ÁLGEBRA POÉTICA


#MICRO-:

#EXPERIMENTACIÓN:

#POESÍA:

 

AXIOMATIZACIÓN DE ENUNCIADOS

Todos los días son cualquier día:

cualquier día abrazado por las rojas extremidades de un gigante.

Parece que el misterio perteneciera a un tiempo

paralelo al nuestro

-es posible que nosotros seamos los puntos paralelos.

.

Homogéneo y vacío: el tiempo.

Poco más que la linealidad de la cronología

los días paralelos a la vida y su misterio.

 
 HOMOTOPÍA
 

Una cruz de madera señala el lugar del acontecimiento:

las migas de pan

el olor a formol

y las escamas

sólo recuerdan que  fuimos a parar allí

con tremenda desgracia e imprecisión.

 
   
TRI (vi) UM
 
*

Días

Personas.

Cruces.

Voces

Noes.

Sin embrago

se multiplicó por diez la traición

dándosele forma de moneda

al acabar el cuento.

   
VOLUNTAS POTESTATIS MORE GEOMETRICO
                       NON DEMONSTRATA
 

No sé cómo

-creo haberlo dicho-

pero hemos conseguido bebernos

todo el agua del mar.

.

La operación es siempre la misma:

Invariable, terca y obstinada.

El motivo es irrelevante.

Ya basta de preguntas metafísicas.

No hay explicación para la explicación.

.

En esta prueba

de hecho

Sólo nos exigen la resolución de las incógnitas.

No calcules enunciados.

Sólo debemos

Conocer la ley y su aplicación.

.

Despejar x

Para continuar con las equivalencias.

Descubrir la curvatura de la recta

Hasta volverla rala

Infinita

Y corregir los teoremas

De los matemáticos

Convertir en oyente al profeta

O liberar al loco de su misión.

.

No sé cómo

-y no será la última vez que diga esto-

Hemos borrado permanentemente

La línea del horizonte.

Supón que su valor

Es el valor de continuidad

Y no olvides que lo exigido ahora

No es el resultado

Sino su definición:

.

sucesión infinita de puntos.

Entre el cielo y la tierra

Una única separación.

.

Y para trazarla

No sólo se debe haber descendido la montaña.

Uno debe haber estado por encima de las cosas humanas

-Este es el supuesto-

Y regresar constantemente

A los seis mil pies

Por debajo del nivel del mar.

.

Verás que es pura lógica

La matemática;

Eslabones divorciados por el claro de luna

Y no la araña en este árbol

de bohemios y poetas

Que luchan contra sí mismos

Luchando así contra su propia imitación.

.

No sé cómo

Porque no hay lógica durante el por qué

Pero hay preguntas

Cada cierto periodo de prueba

Que acercan el verso libre

Al cálculo infinitesimal.

Como si efe tiende a cero

Fuera aquí título del poema perfecto.

.

La conclusión no podía ser otra

-Somos hombres de ciencias-

Y como diría aquel

.

 
 
 

Tan sólo es un ejemplo:
 
.

 

Es posible confundir por definición

La idea de línea y el concepto de existencia.
 
.

Pero la equivalencia entre miembros

Se establece únicamente a través de una operación

-Voluntad de poder, a saber-

Y para su demostración se requiere

Comprobar que

Efectivamente

Ambas rectas

Poseen distintos sentidos

Y posiblemente una sola dirección.

*

π: EJEMPLO DE IRRACIONALIDAD

Circuncisión de un caballo alado a manos de una madre que aún no ha nacido.

*
   
UNIVERSO DE REFERENCIA

Un cuervo negro se ha posado

Esta noche

Sobre el alféizar de mi ventana.

Su graznido sirve como cuantificador existencial:

Existe al menos un vacío en espera

Entre el mensaje y su revelación.

 

Anne -Le Pése -Nerfs.

 

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IN FRAGANTI (soft version)


#POESÍA:

 

Cuánto te paga este (pi) por humillarme así,

dime, cuánto te paga.

Hace falta ser (pi) para hacerlo gratis, cariño, delante de las fotos de tus hijos.

Hace falta ser tan (pi) y (pi) y (pi)

que no me creo que no te pague, el (pi) este que suda bajo tus muslos infames.

Te has vuelto loca, cariño, te has vuelto completamente loca.

Míralo, por favor, si ni siquiera es guapo.

Tiene pinta de beber mal vino y no saber quiénes son Kafka o Nietzsche,

con la (pi) encogida, ahí, jurando por enésima vez

que no es lo que parece.

 

Y tú, (pi), si no es lo que parece dime qué es,

qué estabas estudiando con una lamparita en la punta del (pi).

Qué fácil es -¿verdad?- entrar en una vida, eyacular y largarte.

Qué fácil es (pi) a una mujer sin tener que escuchar un solo llanto suyo,

una sola queja suya, un mínimo conflicto personal.

¿Dónde estabas, eh, (pi) (pi), cuando esta (pi) (pi)

dio a luz a mis hijos, o cuando estuvo meses en coma

a causa de un accidente de tráfico

y yo permanecía día y noche a su lado, cogiéndole la mano,

leyéndole poemas de Bukowski al oído, porque sé que le gustan?

Bah, seguro que no sabes ni quién es.

 

Aitor Bergara Ramos

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Carta de amor a Bond


#MICRO-:

#RELATO:

Siempre dominaste el arte del interrogatorio.

Me besaste y no me supo a Martini. Los labios, como a todo hijo de la gran… Bretaña, te sabían a té. Toda tu boca tenía ese sabor terroso, fuerte, húmedo. Sabía delicadamente amarga. Fue algo premonitorio: delicada y amarga como la despedida de los amantes al amanecer.

Tras un par de caricias, mi cerebro se hizo compota. Te lo di todo: nombres, datos, fechas y el lugar exacto del intercambio. Luego pasaste a la acción sin apenas despeinarte. Probablemente la mejor aunque más corta escena de persecución de la historia. No tardaste en cogerme  (güey). Huellas de derrape y cristales rotos entre las sábanas.

Me dejaste mezclada, agitada. Y tu lengua en mi garganta fue un pañuelo sacudido al aire en una estación de tren. Me besaste para ahorrarte la palabra. Pero entendí que me estabas diciendo adiós.

Total, ya te lo había dicho todo. Incluso que te quería.

Minade Carbón

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DECONSTRUCCIÓN DEL LIBRO SANTO


#POESÍA:

#RELATO:

#EXPERIMENTACIÓN:

ANTIEVANGELIO SOBRE LA REVELACIÓN.

Atentado contra el discurso sagrado y su oposición a lo profano.

Salmos de Jaques Derrida y réquiem de Walter Benjamin se disponen a ser cantados durante la misa que hoy celebra en este cementerio y catedral; en este lugar que tanto para la Metafísica como para la Estética ha representado el auténtico Sinaí: Grand Louvre, París. Espacio liminal. Lugar de sacrificio y redención. Veintinueve de Agosto del dos mil diez. Once y cuarto de la mañana. Momento en el que Belleza, Bien y Verdad se resolvían en y por Ella.

 

A P. Z. M., que durante el éxodo tendió puentes entre las aguas separadas, haciendo posible la transición.

En respuesta a  https://blasfemicos.wordpress.com/2010/06/24/relato-erotico/  

—–

Reconocí tu gesto entre la multitud.

Los espectadores te observaban sin clemencia, y tú allí tan sola;  tan llena de pudor.

Sin preguntar los mortales me contaron lo sucedido: se atrevieron a amarte tal vez demasiado real, demasiado torpemente, llegando a convertir en mármol tu piel. Estabas allí tan sola,  simplemente desnuda, que reconocí tu gesto entre la multitud. Eras igual de blanca pero eras movimiento. Ahora motor inmóvil o Noesis Noeseos, vi cómo atravesaba tu costado, divino y humano sólo en la matemática de madera,  una fatal lanza de luz.

De los que osaron acercarse sólo el incauto confesó haberte deseado eterna tras el imperioso cristal blindado, llamada a ser siempre la misma y siempre analizada por el impávido y disperso espectador.

Entiendo que te rebelaras contra la misericordia y el piadosismo de los anteriores dioses. Debería habértelo dicho antes del gran Juicio. Lo entiendo porque rebelada nos revelaste el último fin del final.

Constó en las actas el olor a azufre. Los mortales,  tan cobardes como siempre, se abstuvieron de admitir veredicto alguno. Buscaban sus propios mazos en el suelo, evitando ser preguntados por la opinión, fijando sus miradas en las baldosas sucias, compuestas del mismo material que utilizó la alevosía para esculpirte.

El juicio duró más de lo que pudo recordarse y las almas quedaron de una vez por todas libres, incapaces de soportar la condena del recuerdo y saber que fueron ellos los culpables del hieratismo; culpables por haberte fragilizado al dudar sobre el universal de lo considerado hasta entonces bello.

El acontecimiento redujo a polvo el horizonte -y es que tal vez polvo fue todo lo que pudo haber sido.

 El veredicto hizo del presente una línea homogénea de tronos vacíos; poderes y mandatos de los que desertaron los mortales: esos cobardes incapaces de escuchar la tercera voz del gallo, fascinados por el brillo de las monedas con las que mezquinamente fue remunerada su traición.

Se han oído esta mañana los lamentos en el gran museo. Los mortales saltaron la vacío luchando contra sí mismos, intentando olvidar la palidez que tu rostro había adquirido. De la fosa común en la que reposaban sus cadáveres escapó un súbito delirio estético,  interpretado como un último suspiro o fatídico estertor.

Yo misma he certificado el cadáver del Arte -que no es mármol, lienzo ni clave de sol-. Y al comprobar su rictus mortuorio he respirado satisfecha, no sin cierta paz, observando que no eran más que simples versos lo que se les caían a los mortales, más muertos que nunca, de sus ajadas manos y bolsillos.

Insisto:  reconocí tu gesto entre la multitud. Y como otra lanza aconteció la inmóvil sombra. Irrumpió violentamente vestida de plañidera. Fue gloriosa corona de espino este antidestello de luz.

Al atardecer el búho abrió sus alas, pero Maya cubrió otra vez la historia con su velo -la noche llega para hacerte dormir,  así que ahora duerme. – Por fin puedes descansar sin ser vista.

Ya no quedan ojos que miren. Duerme.  Ya no queda sangre en las Iglesias.

Sólo yo sobreviví  a la fuerza centrípeta de la fe en algún discurso y custodio con mi única victoria -seguir siendo, siendo imagen y palabra- el sueño de que existas al margen de cualquier fotograma o poética.

Secreta, delicada, y prohibida mía: el pasado nos espera porque espera encontrarte virgen y gastada,  más allá de la abismal perfección.

El resto,

dicen,

 será silencio.

 E incluso en la peor ausencia, velados los conceptos, reconoceré tu gesto entre la multitud.

Tal vez porque no inventamos detalles, abandonaron la tertulia los otros once fieles. Puede que incluso se lo tomaran demasiado a pecho y decidieran ingresar voluntariamente en prisión. En cualquier caso, no hay lugar para memorias ni testamentos. La cena se ha quedado fría esperando los dibujos de los cuentos; las palabras de alguna narración.

Tú no serás Historia ni venenoso imaginario, sino la espontánea alegoría en el hábito de vivir. 

Serás leyenda pronunciada por amantes, mudos y suicidas. Serás trova para quienes crucen el río con Caronte de la mano, sin perder las monedas de sus ojos, sin convertir al volver la vista el sentido de la travesía en sal.  

Por eso duerme. No hay nada que mirar atrás. Y no temas si al despertar un huracán sin ojo te acusa de deber justicia a tus antepasados. El oráculo recuperará la viva voz de aquellos muertos, infieles de sotana trasparente, para liberar las alas del ángel y cobijar a bohemios y rapsodas.  

No temas en la oclusión del verbo; sólo duerme. Declarado el estado de excepción suplantaremos la identidad del soberano -tenderemos juntas puentes y uniremos interminablemente el mar.- Somos el motor reparado de la asombrosa maquinaria, reconciliando la metafísica de los caballos y la violencia del alfil o el peón; un jaque mate al contexto al reconocer tu gesto entre la multitud.

Si amanece se nombrará justa la página en blanco.

 Bella, Buena y Verdadera: perdóname si al despertar-sé que es injusto-aún estoy rezando.

Pulverizaré mis credos con la primera de luz del alba.

Por ti seré partera que cruza el puente entre la muerte y la vida y trazaré la Redención. 

Por ti Magdalena rechazada y escondida: vestida de satén para el preludio. Madre que vela el cuerpo del Hijo durante la resurrección de los tres días.

Anne -Le Pése -Nerfs.

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Insula (x)


#OTROS:

Entre los arbustos emergió una suerte de periscopio de cartón que apuntaba directamente a Linda. En aquel momento no pude imaginar que el ojo que se escondía tras aquéllas lentes de plástico no era el de un loco ni el de un niño sino el de un visionario, el de un cazador de belleza que convertía el frágil y fugaz misterio del cuerpo femenino en una forma para la eternidad. Por aquel entonces Linda ya estaba perdida en sus ensoñaciones y hablaba sin parar de la posibilidad de una isla. Era un tema recurrente, tras las sobremesas, cuando compartíamos café o durante los largos paseos de las noches de verano danesas. Ella no se sabía observada pero aquél ojo la retrataba sin parar mientras ella tejía inconexos relatos sobre la isla de la Pasión y el motín del Bounty. Sus reflexiones se hundían en las intrínsecas relaciones entre las utopías, el poder y el sexo. Llegó a negar la validez de cualquier planteamiento filosófico, de cualquier revolución o utopía porque ninguna de ellas era habitada por hombres. «Esas islas están deshabitadas porque los hombres que allí viven no tienen cuerpo, no tienen sexo. No huelen, ni mean ni cagan. Tampoco lloran». Solía argumentar con su sonrisa. No voy a negar que sus ideas pronto se enraizaron en mis meninges y no pude controlar que sus argumentos destruyesen una y otra vez las ideas que los hombres habían querido legar a la humanidad. Linda se marchó aquella tarde – debía trabajar – dejándome solo pensando en aquel banco en los jardines que bordean al canal de Stadsgraven.

Mi atención, una vez en soledad, volvió a centrarse en el peculiar periscopio que ahora se distraía con las paseantes danesas que paseaban sus cuerpos junto al canal. Me acerqué a los arbustos para descubrir a un viejo harapiento de barba olvidada que con gestos me indicaba que me escondiera junto a él en su imaginaria trinchera.

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Huellas


#MICRO-:

El restaurante está construido sobre unos antiguos baños públicos, junto a la carretera. Barras de neón azul intenso, como fantasmas horizontales conteniendo el aliento, rodean la fachada y se proyectan sobre los árboles de alrededor. Son la única luz del parque una vez anochece. Entonces los zorros salen. Atraviesan los setos del campo de petanca, rodean las pistas de tenis, zigzaguean entre los robles que bordean el campo de fútbol. Comienzan un peregrinaje solitario: pues todos son el mismo zorro. El mismo, en lugares distintos, en momentos desconectados entre sí. Algunas veces, el zorro se come los restos de tu basurero. Otras veces, cuando cree que nadie mira, cruza tu jardín, rojo a la luz de las farolas, o casi verde, casi violeta, cuando el sol está a punto de salir por un cielo asfixiado de nieve. No se para a ver qué dan en tu televisión. Baja la cabeza, trota desde un lado de tu empalizada al otro. El zorro camina absorbiendo el sonido a su paso, como con culpa, sobre el asfalto irregular, camino del bosque que queda al fin del mundo. Más allá, está todo. Puedes percibir una idea vaga de la Inglaterra de algún entonces. Chicos rubios de nariz huesuda y barbilla retraída montan a caballo en sus chaquetas acolchadas. Gente se casa. Gente muere de heridas de guerra. Gente salva sus libros del fuego.

El zorro mira por tu ventana y de pronto la televisión se apaga. Es el zorro del cuento. El que despellejan en el patio del señor. El que engaña a las gallinas. El que abandona el poema sin dejar rastro.

 

elster

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Excurso sobre la Tradición.


 

#RELATO:

#ENSAYO:

Llega tarde el autobús.

Los segundos hacen las veces de sentencias judiciales, y nada ha cambiado. Somos, en virtud de este retraso, los herederos  fúnebres de una antigüedad resabida. Samsara y Derecho Romano se han unido en ambos de tus hemisferios cerebrales para ser a continuación codificados por un complejo y poco interesante mecanismo  semineuronal. El caso es que tú acabas de unir ambas estupideces y piensas en ellas. Pasan 6 minutos de las doce y  eso suscita en ti la sensación de ser un mediocre convicto confundiendo esta estación con Alcatraz, e incluso algo peor. La vergüenza te tira el nuevo libro al suelo. Puedes recogerlo y  fingir ante el espectador disperso el descontento que produciría la visión de unas tapas blancas ataviadas con briznas de Farias y cáscaras de pipas de girasol. -Porque lleva lloviendo desde que el oído ha procesado hacia la conciencia la primera actividad de esta mañana. Llueve ininterrumpidamente. Lleva lloviendo, quieres decir, un mínimo de ocho horas. Ocho horas que suenan a una jornada de trabajo. Ocho horas que suenan ahora a un viaje hacia la absoluta desesperación. Y las colillas y las cáscaras se han fusionado con la portada del libro sobre los excesos retóricos de Wittgenstein.- O puedes recoger tu libro y salir corriendo de la dársena 27, escapar de ese espacio dedicado al tránsito y a la espera,  ante el rictus mortuorio de tus potenciales compañeros de viaje. Puedes hacerlo; y también puedes no hacerlo. Puedes,  pero cada pensamiento será un nuevo conato que fortalecerá  la acusación sobre ti vertida; dicen que eres  hijo del  clasicismo, y además mantienes un affaire retornante, eterno, con lo mismo. Un círculo que caracteriza lo que entiendes por existencia. Y ahora, con tu botella reciclable de agua, descubres que el concepto sánscrito no es ni siquiera parecido al mapa que trazó Dante. Perteneces no a los ladrones o a los no bautizados. Con tu botella de euro y tanto, te reconocen como entelequia descendiente de los vientres hidrópicos. Casi nada, ya ves. Pero no. En absoluto. Tú puedes hacerlo o no. Hacer una cosa y no hacer el resto. Hacer nada, también. Recoger el libro, o no hacerlo, y encender un cigarro, recolocar las asas de la bolsa  de viaje que empieza a acomodarse en tus enclenques hombros, enclenque tú; sonreír al niño que se ha percatado de tu desesperación; no hacer nada. Absolutamente nada. Puedes hacer o no hacer. Pero ya. No. Otra vez, no. El niño sabe que estás equivocado. Tú sabes que estás equivocado al ver al niño satisfecho, porque resulta que está satisfecho gracias a tu error. En cualquier caso, y continúas con esta concatenación infinita de ideas para no mirar al niño, lo único que no puedes hacer, por el bien de tu integridad tras el inexorable ejercicio de  la autocrítica, es salir corriendo. Alcatraz, piensas, y sientes náuseas, además de ridículo. Sabes que el retraso no durará eternamente. Más náuseas. Te mira el niño.  

Tras unos segundos de intensa rivalidad visual con él, la explosión de mil bombas atómicas acaba con el divertimento del absurdo intransferible: el de la reflexión o su ausencia. El absurdo de la conciencia, en resumidas cuentas.  El niño gana. No parece haber escuchado nada digno de reclamar su atención. Puede que tu cara resulte, inexplicablemente, más entretenida que un desastre cosmológico. En fin. Ya era hora de que alguien se atreviera a reventarlo todo, para siempre jamás.

Te extraña que tus potenciales compañeros de viaje sigan vivos, exactamente en el mismo lugar de la última vez. No ha sido una bomba atómica. No han sido mil. Sólo las llaves del conductor  que jugará con tu vida durante las próximas horas, que acaban de estrellarse contra el subsuelo del inframundo, lleno de briznas de puro barato y millones de cáscaras de pipas de girasol. Un libro: una llave. Se presiente cierta algarabía que a ti te cansa independientemente de cuál sea el motivo que la llama a ser. No. No tienes por qué sonreír. Que las puertas del autobús se hayan abierto no te incita a correr hacia ellas. Tú has pagado por el asiento 31 y te sentarás allí, pase lo que pase, entres al autobús en última posición o no. No debes alegrarte por la apertura de las puertas, y no te apresurarás, porque no te da la gana, y no te lo tienes que explicar. Adoras el argumento de autoridad, porque siempre te ganas.

El niño, que no te ha quitado ojo, no contará a nadie que se te haya olvidado sentir. Piensas que no es tarde para plantearse la cuestión de la paternidad. El niño tiene cierto encanto, aunque tú no consigas descubrirlo. Piensas después que Clint  Eastwood no ponderaría a posibilidad de tener niños mientras su principal objetivo era salir de la bahía de San Francisco, y a poder ser, salir vivo. Da igual. No puedes sentirte más ridículo, así que sufres como castigo el picotazo estomacal de otra náusea. La pregunta inminente es en qué departamento de la enorme bolsa colocaste el billete de autobús. No se trata de eso. Es que, sin más complicación, no te da la jodida gana. Esta frase seduce por ser, de manera precisa, el ejemplo perfecto del uso efectivo de irracionalidad. Un antiargumento. Un A-argumento. Un acabaargumentos. Escucha: no me da la gana.

Efectivamente, no vomitas.  Acabas de encontrar el rectángulo de celulosa que corrobora el merecimiento de tus aparentes vacaciones.  Lo sabías desde el principio, por eso las náuseas te resultan tan sumamente molestas. Nunca vomitas. Continuarás con ellas hasta alcanzar el destino escrito en el cartel que encabeza  el autobús. Incluso después.  Todo siempre igual. Igual mientras esperabas fuera del vehículo. Igual ahora, que todo parece distinto desde esta ventana que se abre a tu desgana y se cierra al mundo. Porque el mundo, menuda idea acabas de tener, está contenido en la dársena 27. En ella y en él,  viven los vestigios de otros tiempos. El mundo:  Ella yÉl.

No puede ser. El niño asoma la cabeza a través de la puerta. Cielo Santo. Eso es lo que sucede: que puede ser. Pero ahora sólo importa el resultado, el detrito, más bien, de este desbocado deshacer irracional. Escucha, te lo está diciendo: no le da la gana. El niño se acerca hasta pasar por tu lado y, al rozarte, sin que nadie mire, sin que nadie vea, vomita la pera, el yogurt y la galleta que alguien le ha hecho tragar mediante algo parecido a un embudo. No me da la gana, acaba de decirte el niño. Al fin y al cabo, concluyes satisfactoriamente, el procedimiento de la razón acaba igual que una digestión. Una mala, una nefasta digestión. Uno comienza con el bicondicional, la doble negación y las disyuntivas, para terminar aplicando un Tollendo Ponens a la inmortalidad del alma o la corporeidad del Espíritu Santo: la paloma que se erige sobre su pata-muñón en relación con el miedo atávico a la muerte. Increíble. Acaba igual. Todo acaba, y lo que acaba sigue estando igual: contradicción en términos. Siempre igual. 

Se te agria la lactosa del yogurt o acabas literalmente saturado de paté y carne magra. Nadie recuerda, de hecho, regar la tierra de la flor de Pascua. Siempre, interminablemente igual. La planta roja se pone mustia, y alguien decide deshacerse de ella hasta una nueva y fatal adquisición. No te dejes vencer por las náuseas. Alude a tus conocimientos sobre escatología, valiente: vomita porque te da la gana. Porque no sonríes, y porque ya hay quien cree poder demostrar la perdurabilidad de su existencia. La vida, en estas fechas, no es muy distinta al resultado digestivo de una cena desmesurada, hipercalórica, que diría él. Nos sentamos para compartir la culpabilidad que sentimos ante tanto exceso, y entre bicarbonato sódico y ascetismo espiritual, nos damos cuenta de que el alma existe, y preexiste y subsiste, pero no sabemos diferenciarla del resultado de un severo trastorno gastrointestinal.

Alguien llama. El niño te sonríe, asiento 33.

Escuchas la voz de un fanático creyente, alias estómago de acero, experimentado predicador, que te desea impúdicamente una feliz Navidad.

 

Anne -Le Pése -Nerfs.

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#FELICES FIESTAS

¡bLaS!, desea a tod@s sus lectores, colaboradores, soci@s y amig@s unas felices fiestas.

Y a continuación… para que no se olviden de ¡bLaS! durante sus fiestas navideñas el villancico más vanguardista jamás creado:

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Insula (ix)


#OTROS:

Siempre éramos los mismos. No nos conocíamos, no nos hablábamos, incluso evitábamos cruzar nuestras miradas cuando, envueltos en flujos de caminantes, nos cruzábamos por las calles de Copenhague. No lo sabían pero nos habíamos convertido en una suerte de club de la serpiente en el que ninguno de sus miembros quería reconocer la pertenencia al mismo. Aquella tarde nos reunimos de nuevo inconscientemente ajenos a nuestra naturaleza de grupúsculo desorganizado. Aparecimos en una librería que se había ganado cierta reputación entre los bohemios y los estudiosos, uno de aquellos lugares en el que se mezclan estudiantes y catedráticos, revolucionarios y jubilados e incluso amantes y adúlteros que pretenden teñir su vida con un toque de intelectualidad.

Sólo María conocía nuestros nombres, sólo ella nos observaba entrar y deslizarnos entre las estanterías y los libros viejos. Nunca preguntó más de lo necesario porque sus ojos no necesitaban hacerlo. Le bastaba analizar nuestra danza por los laberínticos pasillos de la librería, por sus sótanos y sus escaleras repletas de palabras que nunca más volverían a ser leídas. Nos seguía con sigilo.  La presencia de su cuerpo plano y fino y de su sonrisa eterna nos guiaba hasta libros o papeles olvidados que algún estudiante había querido intercambiar por aquellos insoportables tratados de filosofía de la cultura que  los catedráticos amargados les habían obligado a comprar. Ella fue la que me ayudó a encontrar las memorias de Pedro Fernández de Quirós, el primer occidental que avistó mi destino y mi locura.

Aquella tarde me regaló un antiguo número del Atoll Research Bulletin, mecanografiado que había encontrado entre los papeles de un viejo que, hacía una semana, había decidido dejar Copenhague, dejar este mundo, olvidando para siempre más de una tonelada de papel en su habitación.

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Cuatro esquinitas tiene mi cama


#RELATO:

Me he pintado las uñas de fucsia. Veo mis manos bailar claqué sobre la almohadilla de mi anémico ordenador y no me las reconozco. Son manos de señora endomingada, de vieja vestida de lolita, de carnicera. Pero ahora no tienen remedio. Ni importan. Hoy sólo importan tus uñas, tus dedos, tus manos bailando claqué, tecleando  las anémicas almohadillas de mis pies.

Acaricio con mi lengua los ángeles que duermen en el cielo de tu paladar. Y se me olvidan la lista de la compra y la ropa de la lavadora. Y pienso en arañas con botines recorriendo a hurtadillas las corvas de tus piernas, las corvas de mis piernas, el lugar donde encajan perfectas tus-mis rodillas. Pero recibes una llamada y dejas de besarme y me das las buenas noches y te vuelves para tu casa. Y yo pienso en las arañas descalzándose, desvistiéndose, terminando su jornada laboral, recogiendo el hilo sobre la madeja, reposando sus ocho patas en alto, masajeando sus tobillos, contentas de haber terminado tan pronto hoy.

De pronto me vienen a la memoria las arañas de mi infancia, que tenían sólo siete pies. Creo que me doy tanta pena que mi cerebro se empeña en distraerme de mí misma. Y ahora pienso en un par de botes de lentejas, limones, naranjas, perejil y en la ropa blanca que se amontona en el cesto. Pero todo es en vano. Y pienso que eso rima con abano, enano, banano…

Qué cara me ha salido la canguro. Y el sostén de color añil, un poco hortera, un poco puta, un poco caro.

Me desmaquillo ante el espejo. Me desnudo y me pongo el pijama. Pienso en cómo basta una llamada para hacerme caer de morros. Equilibrio metaestable.

Minade Carbón

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